El mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia.
Para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma.
Es una esperanza:
– consoladora (primer versículo citado): vinculada a la “consolación eterna”; consuela desde ahora a los creyentes, especialmente a los que están de luto. “Alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4:18).
– buena: dada por un Dios bondadoso, que no defrauda.
– por gracia: porque nos ama, Dios nos la ha dado gratuitamente. No depende de nuestra fidelidad ni de nuestros méritos.
– bienaventurada: “Aguardando la esperanza bienaventurada” (Tito 2:13). En medio de las tristezas de la vida, el cristiano sabe que su futuro es ser feliz para siempre con el “Dios bendito”.
– segura: “Fuisteis sellados con el Espíritu Santo… que es las arras de nuestra herencia” (Efesios 1:13-14), es decir, la garantía de que un día la poseeremos. Esta herencia está reservada para nosotros en el cielo (1 Pedro 1:4).
– sólida: la “esperanza puesta delante de nosotros… segura y firme ancla del alma” (Hebreos 6:18-19).
– purificadora: “Todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica” (1 Juan 3:3). La perspectiva de ser pronto semejantes a Jesús en su gloria nos lleva a huir del mal.
– viva: “una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo” (1 Pedro 1:3). Está concentrada en la persona que amamos y esperamos, “Jesucristo nuestra esperanza” (1 Timoteo 1:1).
¡Qué alegría tener una esperanza así!