Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
La fe de los cristianos está basada en el hecho de que la Biblia es la Palabra de Dios. Sus textos lo confirman: cientos de veces encontramos expresiones como: Dios dijo; así dijo el Señor; Jesús dijo, etc. La Biblia también nos explica la manera en que Dios hizo escribir sus palabras, bajo la inspiración del Espíritu, persona divina. Cuando una secretaria transcribe una carta dictada por su jefe, ¿podemos decir que esa carta procede de ella? ¡No! De la misma manera, Dios comunicó sus propias palabras a los hombres. La Biblia no surgió por voluntad del hombre, sino que “los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21).
Durante miles de años la Biblia ha resistido al ataque de sus opositores. Millones de ejemplares se han distribuido en todos los idiomas. Desde su origen, su mensaje sigue siendo actual, vivo y útil para todas las generaciones en todo el mundo. Estos hechos llevan el sello de su autor, es decir, Dios, quien es amor y luz.
El Nuevo Testamento, segunda parte de la Biblia, nos dice que el Verbo se hizo carne. Dios vino a hablarnos en Jesús, su Hijo unigénito. Los cuatro evangelios describen lo que los contemporáneos de Jesús oyeron, vieron con sus ojos y tocaron con sus manos. Él no solo fue su Creador, sino que vino a la tierra para salvar a sus criaturas, por amor.
¿Salvarlas de qué? ¿Cómo? La respuesta a estas preguntas esenciales se halla en la Biblia. Usted necesita encontrarlas sin tardar.
Génesis 10-11 – Mateo 7:7-29 – Salmo 6 – Proverbios 2:16-22