En 1942, en un pueblo de Francia, un joven estaba postrado en cama, muy débil, casi inconsciente. Tenía tuberculosis. Tres médicos hablaban cerca de él en voz baja. Uno de ellos dijo: «Pobre chico, ya tiene un pie en la tumba». ¡El joven lo escuchó, y estas palabras lo aterrorizaron! Estaba tan asustado que no dijo ni una palabra, no reaccionó.
Durante la noche, las palabras del médico volvían a él con insistencia. Lloró en silencio… ¡Ya se veía ante la justicia divina! Su mal comportamiento lo había alejado de Dios… Entonces pensó en el Evangelio, en Jesús, quien lo invitaba a ir a él, quien había muerto por él. ¡Y tomó la gran decisión! Reconoció sus pecados y aceptó a Jesús como su Salvador.
Este cambio fue duradero. El Señor lo sanó, y desde entonces dedicó su vida a Dios. Cincuenta años más tarde, el recuerdo de aquella noche todavía permanece en él. Fue la noche de su conversión, cuando encontró la paz con Dios, cuando obedeció resueltamente a Jesucristo. ¡Fue la noche que transformó su vida!
Esta pregunta es para todos: ¿Hemos tenido un contacto profundo, serio y decisivo con Dios? ¿Hemos decidido obedecer a Jesucristo? Si no es así, ¡todavía no es demasiado tarde para hacerlo! Aún hoy, Dios perdona y concede la gracia a los que se la piden. Pero, ¡cuidado! No debemos aplazar nuestra decisión para un futuro que no nos pertenece. ¡El momento de tomar la decisión es ahora mismo!
Deuteronomio 15 – Juan 9 – Salmo 119:9-16 – Proverbios 25:25-26