Todo cambia, todo pasa; nosotros también pasamos…
«El hombre no tiene puerto, el tiempo no tiene orilla. ¡Se desliza, y nosotros pasamos!».
Estas líneas de Lamartine nos recuerdan que solo estamos de paso por el mundo. El rey David dijo: “Nuestros días sobre la tierra, cual sombra que no dura” (1 Crónicas 29:15). Somos invitados a reflexionar sobre cómo empleamos nuestro tiempo, y para qué vivimos.
Para hablarnos de ese tiempo que se nos escapa, la Biblia también evoca la historia de uno de los grandes de este mundo: “Faraón rey de Egipto es destruido; dejó pasar el tiempo señalado” (Jeremías 46:17). Había sido advertido por Dios muchas veces, pero no quiso escuchar. Y llegó el día en que fue demasiado tarde para reconciliarse con Dios. Dejó pasar el tiempo que Dios le había dado para volverse a él. ¡Finalmente su vida no fue más que una “sombra”! ¿Qué puede ser más inmaterial y fugaz? Aunque la historia aún evoca la grandeza de los faraones de Egipto, para Dios la vida de aquel rey fue perdida.
¿Qué quedará de mi vida? Nada, excepto mi responsabilidad ante Dios, y su juicio, si no he recibido a Jesús como mi Salvador. Aún hoy puedo acudir a Dios, creer que Jesús murió por mí y recibir la vida eterna. Desde ahora puedo tener una relación feliz con Dios, y vivir una vida útil para él. ¡No dejemos pasar el tiempo!
“Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento” (Eclesiastés 12:1).
Deuteronomio 26 – Juan 16 – Salmo 119:97-104 – Proverbios 26:19-20