La comunión íntima del Señor es con los que le temen.
La expresión: “No temas” es mencionada frecuentemente en la Biblia; es la expresión de ánimo más repetida en el Antiguo Testamento. Dios quiere que pongamos nuestra confianza en él. Sus palabras tranquilizadoras nos recuerdan que solo existimos gracias a él, que debemos todo a él. Nos anima a confiar en él, y quiere librarnos de nuestras preocupaciones y ansiedades. ¡Nuestro refugio y seguridad están junto a él!
Pero la Biblia no se contradice cuando nos pide que temamos a Dios. Temer no significa tener miedo. Temer a Dios es, ante todo, el principio de la sabiduría (Salmo 111:10), es tomar conciencia de Su infinita grandeza y de nuestra fragilidad, es honrarlo como nuestro Creador. Él no es un Dios lejano e inaccesible, ni un Dios que nos condena y rechaza; al contrario, quiere que vayamos a él porque nos ama. Temer su justicia y su santidad nos hace mirar a Jesús el Salvador. Él nos abrió el camino hacia Dios al dar su vida por nosotros en la cruz. Si creemos en Jesús, él nos da una vida nueva, que nos permite conocer al Dios santo como nuestro Padre celestial, y alabar su amor. Creer y confiar en Dios es el punto de partida del santo temor que todo ser humano debe tener de él. “No seas sabio en tu propia opinión; teme al Señor, y apártate del mal; porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos” (Proverbios 3:7-8).
En el libro de los Hechos leemos: “Cornelio el centurión, varón justo y temeroso de Dios”. Pedro fue enviado a él y dijo: “En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hechos 10:22, 34-35).
Josué 18 – Colosenses 2 – Salmo 135:8-14 – Proverbios 28:23-24