En la Biblia encontramos varios versículos que hablan de “la mano” de Dios, de su “voz”, o de su “rostro”. Sin embargo, él no tiene cuerpo, “Dios es espíritu” (Juan 4:24). Pero, mediante estas imágenes, Dios quiere ponerse a nuestro alcance adaptándose a nuestra condición humana. En una serie de siete mensajes diarios veremos lo que Dios quiere enseñarnos a través de estas figuras.
La mano es el instrumento de la acción. Dios es espíritu, pero su acción es concreta. Él creó el mundo y todo lo que hay en él, especialmente los seres humanos. Y desde entonces no ha dejado de intervenir de forma concreta en nuestras vidas. Como Creador, nada se le escapa. El versículo citado en el encabezamiento precisa que él tiene nuestras vidas en su mano.
La mano también es un símbolo de seguridad. Cuando se dice que alguien está en buenas manos, significa que la persona que lo atiende es competente y fiable.
El creyente responde con confianza a estos cuidados de amor de parte de Dios. David pudo decir: “En tu mano están mis tiempos… En tu mano encomiendo mi espíritu” (Salmo 31:15, 5). Confiar algo de valor en manos de un amigo es una señal de confianza. David confió a Dios más que un objeto: confió su vida, sus pensamientos, toda su existencia.
Esta confianza brilló de manera extraordinaria en Jesús cuando estuvo en la tierra. Y en la cruz, antes de morir, dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46).
Deuteronomio 31 – Juan 20 – Salmo 119:145-152 – Proverbios 27:3-4