La araña teje su tela lenta y cuidadosamente. ¡Cuántas idas y venidas necesita! Cruza sus innumerables hilos hechos con una sustancia que ella misma fabrica. Y cuando su transparente tela está suspendida como ella quería, un ligero paso de la escoba destruye su ingenioso edificio.
¡Sucede lo mismo con el trabajo de los hombres! ¡Estos se esfuerzan para conseguir una buena posición… para divertirse de mil maneras! Emplean todo su ingenio, a veces incluso arriesgando su salud, y cuando creen que han terminado su obra, ¡descubren que solo han tejido una tela de araña!
Salomón, uno de los reyes más ricos de todos los tiempos, al final de su vida escribió: “Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas; me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todo fruto. Me hice estanques de aguas… Compré siervos y siervas… tuve posesión grande de vacas y de ovejas… Me amontoné también plata y oro… y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol” (Eclesiastés 2:4-11).
¿Qué escala de valores utilizamos para evaluar lo que hacemos? ¿Consideramos solo el lado material? “¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:26). Nuestra existencia es frágil, nuestros días están contados. ¡Utilicémoslos para construir algo sólido, con Dios, con la perspectiva de la eternidad!
Josué 13 – Hebreos 12:12-29 – Salmo 132:13-18 – Proverbios 28:15-16