Dios escucha y responde nuestras oraciones. Él escucha nuestros suspiros, nuestros gritos de miedo, de angustia y también de alegría.
La primera vez que, en la Biblia, hallamos la expresión: “el Señor ha oído”, se refiere a Agar, sierva de Sara, de quien Agar huía: “El Señor ha oído tu aflicción”. Agar estaba embarazada; el ángel del Señor le había dicho que tendría un hijo, y que lo llamaría Ismael, cuyo significado es «Dios ha escuchado». Para Agar, la presencia de este niño sería un recuerdo constante de que Dios la había escuchado, que le había hablado y le había respondido.
Más tarde, en una situación desesperada, cuando abandonó a su hijo bajo un arbusto para no verlo morir de sed, Agar volvió a escuchar este poderoso consuelo: “¿Qué tienes, Agar? No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está” (Génesis 21:17). ¡Qué respuesta! Dios escucha el clamor de los niños. Él respondió a Agar mostrándole una fuente de agua para que bebiesen.
¡Podemos estar seguros de que Dios nos escucha! Dirijámonos a él en oración, aunque esa oración solo sea un suspiro. “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7). ¡Sí, no olvidemos agradecerle y alabarlo, porque nuestro Dios es digno de ello, y le agrada que lo hagamos!
Josué 16-17 – Colosenses 1:15-29 – Salmo 135:1-7 – Proverbios 28:21-22