Robert Browning, poeta inglés del siglo XIX (19), escribió: «El crecimiento es a la vez una prueba y una exigencia de la vida».
Por mucho que enterremos una piedra en la tierra más fértil, no cambiará de tamaño con el tiempo. En cambio, una semilla, en las mismas condiciones, se convertirá en una planta, o incluso en un árbol, pues de forma invisible contiene un germen de vida. Su desarrollo y crecimiento demuestran la presencia de la vida. El crecimiento también sugiere una acción continua. Un bebé que no crece está enfermo, y es un motivo de preocupación para sus padres.
Lo mismo sucede en el ámbito espiritual. En mi interior, ¿estoy progresando en el conocimiento del amor de Dios y de Jesús? Usted se preguntará si es necesario que allí exista una “semilla de vida espiritual”. Por supuesto que sí, y esta semilla de vida es la fe en la Palabra de Dios, que es “viva y eficaz” (Hebreos 4:12). ¿Ha actuado ella en mi corazón y en mi conciencia para producir vida? De este hecho trascendental dependerá todo mi crecimiento espiritual. Jesús nos invita a observar cómo crecen los lirios del campo. ¿Cuál es su secreto? Crecen y florecen alimentándose de las sustancias que les proporciona el suelo.
Del mismo modo, cuando leemos la Biblia regularmente, creyendo lo que nos dice y poniéndolo en práctica, alimentamos nuestras almas. Leyendo la Palabra de Dios y orando, creceremos en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo (2 Pedro 3:18).
Josué 7 – Hebreos 9:1-14 – Salmo 127 – Proverbios 28:1-2