Durante la recesión de los años 30 en Estados Unidos, un modesto agricultor poseía una gran extensión de tierra en el oeste de Texas. Vivía pobremente, luchando para alimentar a su familia, cuando una empresa petrolera le pidió permiso para perforar en su propiedad. Pensando que no tenía nada que perder, el granjero dio la autorización. A poca profundidad, la empresa encontró el mayor yacimiento jamás hallado en Norteamérica. Podría producir más de 80. 000 barriles de petróleo al día. ¡De la noche a la mañana, este agricultor se volvió rico! En realidad ya lo era, pero sin saberlo, desde el día en que compró sus tierras. El petróleo estaba ahí, pero él no lo sabía.
Este relato nos hace pensar en los que tienen una Biblia en su casa, pero nunca la han leído. La Palabra de Dios tiene inmensas riquezas que compartir con nosotros. Es el mensaje de amor y verdad de nuestro Creador. Es “viva y eficaz”; actúa en nuestro interior, si la leemos y la recibimos como Jesús la definió: “Tu palabra es verdad” (Juan 17:17). ¿Nos asusta la conmoción que pueda producir en nuestro corazón y en nuestra conciencia? A través de ella Dios quiere mostrarnos su gracia y su bondad en Jesús, y darnos la vida eterna.
El agricultor no titubeó. No dudemos cuando Dios nos dice a cada uno: “Escoge, pues, la vida”. ¡No hay mayor riqueza!
La Biblia es un libro único, su mensaje de perdón y liberación transforma todo el ser.
Deuteronomio 2 – Juan 2 – Salmo 112 – Proverbios 24:27