Orar es hablar a Dios con nuestras propias palabras. Es mucho más que hacer peticiones. ¿Qué pensaríamos de un niño que solo hablara con sus padres para pedir algo? Dirigimos nuestra oración a Dios nuestro Padre y al Señor Jesús, personas divinas reveladas en la Biblia y que tienen un gran interés por cada uno de nosotros. Dios nos escucha, ¡qué gracia! La oración nos permite cultivar:
– la
– la
– la
– la conciencia del
– la
No se trata de dictar a Dios lo que debe hacer: si no renunciamos a nuestra voluntad, no entenderemos la respuesta divina. Si en nuestro corazón hay sentimientos de animadversión o rencor contra alguien, ¡rechacémoslos, pues estos nos hieren primero a nosotros mismos! Oremos por esa persona; solo así seremos capaces de amarla. “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34), rogó Jesús por sus verdugos.
Leyendo la Palabra de Dios conoceremos mejor al Padre y a Jesús, quien nos lo reveló. Así podremos conocer la voluntad de Dios y orar en concordancia con ella. ¡Y Dios nos responderá!
Jeremías 33 – 1 Corintios 9 – Salmo 102:23-28 – Proverbios 22:15