Santiago II, rey de Inglaterra en el siglo XVII (17), fue un monarca autoritario. Destronado, tuvo que huir a Francia y murió en el castillo de Saint-Germain-en-Laye en 1701. Se cuenta que una vez le dijo a un oficial que se había rebelado contra él:
–Señor Aylasse, usted sabe que está en mi poder perdonarle.
–Sí, dijo el oficial. Sé que está en su poder, pero también sé que no está en su carácter.
Tenía razón; perdonar no es natural para nosotros los humanos. Pero Dios sí perdona. La Biblia afirma: “Tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia…” (Nehemías 9:17). Y también dice que Dios es “amplio en perdonar” (Isaías 55:7).
Asimismo, la Biblia afirma que para ser perdonado es necesario arrepentirse de sus pecados. Nadie merece el perdón de Dios. Se nos concede como una gracia obtenida por el sacrificio de Jesús en la cruz. Por eso, “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
Si reconozco que soy un pecador, la fe en Jesús y en su sacrificio me salva completamente. “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Así Dios ha llegado hasta mí. Yo solo debo dar un paso hacia él, el paso de la fe, es decir, creer en él. ¿Por qué no hacerlo ahora mismo?
Lamentaciones 4 – Filipenses 3 – Salmo 107:33-43 – Proverbios 24:8-9