Enoc, patriarca que vivió antes del diluvio, es un personaje extraordinario. Es conocido, sobre todo, porque fue una excepción a la ley universal de la muerte. La historia de cada uno de sus antepasados y descendientes terminó con un trágico: “y murió”. Pero no así la de Enoc. La Biblia afirma que “desapareció, porque le llevó Dios”.
Enoc había caminado con Dios, y en esto agradó a Dios. Su conducta, sin estar marcada por ningún acontecimiento particular, recibió la aprobación divina.
Además, Enoc tenía un secreto. Su nombre en hebreo significa iniciado, instruido. Dios le había revelado lo que iba a hacer: enviaría el diluvio sobre un mundo de impíos. Al final de la Biblia, el apóstol Judas menciona la profecía de Enoc, la cual muestra lo que él sabía y lo que determinaba su conducta (Judas 14-15). El mundo donde vivía estaba condenado a corto plazo, y esto lo convirtió en un extranjero en la tierra.
Como cristianos, nosotros también somos extranjeros en este mundo. Instruidos por Dios, mediante su Palabra, acerca del futuro del mundo y del nuestro, esperamos que el Señor Jesús vuelva por los suyos. Puede venir hoy: entonces, los que lo aceptaron como su Salvador, no pasarán por la muerte. Serán transformados repentinamente y llevados al encuentro del Señor en el aire, con la gran multitud de creyentes resucitados (1 Tesalonicenses 4:16-17). ¿Es también el secreto y la esperanza del lector?
Jeremías 52:17-34 – 2 Corintios 12 – Salmo 107:1-9 – Proverbios 24:1-2