Tal vez la actitud de su familia y de quienes lo rodean lo lleva a pensar que nadie lo quiere ni lo comprende. Tiene resentimientos hacia sus padres, lo que le quita el gozo de la vida. No se desaliente. Hay alguien que puede ayudarle a sobrellevar su desasosiego.

Jesús vino de parte de Dios para mostrarnos que nos ama y nos comprende. Lo demostró cuando iba de un pueblo a otro haciendo el bien a todos: ricos, pobres, enfermos, niños, jóvenes…

Un día se acercó a dos hombres que iban de camino. Estaban confundidos y decepcionados. Jesús les preguntó: “¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?” (Lucas 24:17). Los acompañó y escuchó atentamente los motivos de su tristeza, luego les habló y respondió a su turbación con textos de la Biblia, hasta que su tristeza desapareció. Al final de la conversación, sus corazones ardían de amor por él.

Jesús aún vive y quiere acercarse a cada uno de nosotros. Desea que le contemos nuestras preocupaciones, nuestras decepciones, nuestros malentendidos. Él nos escucha, y si leemos la Biblia y la creemos, responde. Comprobemos la actualidad de la Biblia, ella se aplica a todos los tiempos y a todas las situaciones. Explica el motivo de los conflictos entre las generaciones, y más generalmente lo que envenena todas nuestras relaciones: la desobediencia a Dios, el pecado. Desde nuestros primeros padres, la humanidad lo ha sufrido. Reconocer que mi vida está marcada por el pecado, y confesarlo ante Jesús, me llevará a arder de amor por él, por mis padres… ¡e incluso, como dice Jesús, por mis enemigos!