Si usted ve que una persona ciega va a cruzar la calle cuando viene un auto, y no trata de ayudarla, será acusado. Si veo a alguien en peligro, mi deber es prevenirle según mis posibilidades. No hacerlo es un delito de inasistencia a persona en peligro, regulado en el Código Penal.
Algunos mensajes de este calendario pueden parecerle alarmistas, pero quienes los escriben se sienten responsables, ante Dios y ante usted, de advertirle sobre el gran peligro que corre, y del cual probablemente no es consciente: el juicio de Dios debido a sus pecados. Este peligro es terrible, pues amenaza la felicidad eterna de su alma. Dios lo ama, pero no puede soportar el pecado. Si no soluciona el problema de sus pecados, usted estará lejos de Dios para siempre, en los tormentos eternos.
Vivimos en una sociedad que generalmente defiende la libertad de creencias y condena la propaganda religiosa. Satanás aprovecha esto para engañar a los hombres y cegarlos sobre lo que les espera después de la muerte. Tras recordarnos que todos los hombres deben morir, Dios dice claramente: “y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27). Sí, el juicio de Dios viene después de la muerte. Pero hay un medio, único y seguro, de escapar a este juicio: aceptar por la fe que Jesús llevó en la cruz el castigo por nuestros pecados. El que cree en él, “tiene vida eterna; y no vendrá a condenación” (Juan 5:24).
“Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano” (Ezequiel 3:18).
Jeremías 37 – 1 Corintios 12 – Salmo 103:19-22 – Proverbios 22:22-23