¡La condición de Agar era terrible! El padre de su hijo acababa de despedirla y ella erraba por el desierto. Cuando su reserva de agua se agotó, no le quedó más remedio que esperar la muerte. Entonces dejó a su hijo bajo un arbusto y se alejó para no verlo morir. Pero el Señor escuchó la voz del niño y tuvo compasión de él y de su madre. Luego le mostró una fuente de agua y así los salvó de una muerte segura.
Dios no ha cambiado, sigue interesándose por todos, especialmente por los niños, y escucha su clamor. ¡Cuántos de ellos mueren cada día en el mundo a causa de la desnutrición, la violencia, las enfermedades, o simplemente por falta de amor y cuidados! Las promesas de Dios para ellos son ciertas: ¡recibe a todos en el paraíso celestial!
En una ocasión, Jesús se indignó con sus discípulos por impedir que la gente le llevara los niños, y les dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios” (Marcos 10:14). En otra ocasión puso a un niño en medio de los discípulos, y dijo: “El Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido” (Mateo 18:11).
Leyendo la historia de Agar quizás usted se identifique con esta madre desesperada, ¡pero hoy Dios le envía un mensaje de esperanza! ¡Él puede y quiere sacarle del callejón sin salida, porque le ama, y también ama a su hijo!
Expóngale su situación, y confíe en él. Le mostrará cómo actuar.
“Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros” (Santiago 4:8).
Lamentaciones 3 – Filipenses 2 – Salmo 107:23-32 – Proverbios 24:7