He aquí, amargura grande me sobrevino en la paz, mas a ti agradó librar mi vida del hoyo de corrupción; porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados.
La Biblia cuenta la historia de varios creyentes que vivieron épocas de amargura en el curso de sus vidas, y también muestra cómo Dios los restauró:
– Noemí (libro de Rut, capítulo 1) vivía con su marido y sus dos hijos en Israel, cuando se produjo una hambruna. Para huir de la difícil situación, esta familia dejó su pueblo, su país, y se instaló en Moab. Allí murió primero el marido de Noemí, y luego sus dos hijos, que ya se habían casado con mujeres moabitas. Entonces Noemí quedó sola y desamparada en una tierra extranjera. Cuando supo que la hambruna había terminado en Israel, emprendió el regreso a su país. Rut, una de sus nueras, amaba a Noemí, a su pueblo y a su Dios, e insistió en acompañarla a Belén. Cuando entraron en el pueblo, la gente se conmovió al ver a Noemí, y decía: “¿No es esta Noemí?”, pero ella respondía que no la llamasen Noemí (mis delicias), sino Mara (amarga). Fue consciente de lo que había perdido al dejar a su pueblo y a su país. ¡Había dado la espalda a Dios, pero la misericordia divina le había preparado un final feliz! Para conseguir alimentos, Rut fue a espigar a los campos de un hombre rico llamado Booz, cuyo corazón había sido preparado por Dios. Él fue muy bondadoso y compasivo hacia ella. Luego se casó con ella.
Dios consoló a Noemí y sanó su corazón. Luego se convirtió, a través de Rut, en la bisabuela del rey David. Los cuidados compasivos de Dios hacia los que se vuelven a él, después de haberse alejado, ilustran la gracia de Dios.
(continuará el próximo sábado)