¿Por qué María estaba allí?

– Ella no estaba allí para escuchar un sermón, aunque el más grande de los predicadores estaba presente. Ese día su propósito no era sentarse a los pies de Jesús y escuchar su palabra, como solía hacerlo (Lucas 10:39).

– No había ido a hablar con él, ni a buscar consuelo, como el día en que él había resucitado a su hermano Lázaro (Juan 11:43-44).

– Tampoco había venido para encontrase con otros discípulos, aunque la comunión con ellos siempre era feliz.

– No había venido después de una semana de trabajo para ser animada por el Maestro, aunque por experiencia sabía que él podía entenderla mejor que nadie.

– En el mismo momento en que todo se volvía contra el santo Hijo de Dios, María vino a derramar sobre sus pies, en señal de homenaje, el perfume de gran precio que había guardado para él. Solo Jesús llenaba su corazón de gratitud y adoración.

Esta actitud de María, su objetivo, lo que la motivó a acercarse al Señor, es un ejemplo para todos los que hoy nos congregamos en torno al Señor para adorarlo.

Señor, “escucha mi voz cuando te invocare. Suba mi oración delante de ti como el incienso, el don de mis manos como la ofrenda de la tarde” (Salmo 141:1-2).