Arístides de Atenas, filósofo griego del siglo II (2), se convirtió al cristianismo. Cuando el emperador Adriano visitó Atenas, Arístides le presentó una «Apología (o defensa) de la religión (cristiana)». Y terminó con este testimonio sobre los cristianos:
«Han encontrado la verdad… Porque conocen al Dios que creó todas las cosas en su Hijo unigénito, y no adoran a ningún otro Dios sino a este. Tienen los mandamientos del Señor Jesucristo grabados en sus corazones y los guardan, mientras esperan la resurrección de los muertos y la vida futura. No codician lo ajeno, honran a sus padres, aman al prójimo y no hacen a los demás lo que no quieren que les hagan a ellos. Tratan de hacer el bien a sus enemigos. Son amables y modestos. No desprecian a las viudas ni atropellan al huérfano. El que es rico da voluntariamente a los pobres. Cuando ven a un extranjero, lo llevan a su casa. Están dispuestos a dar su vida por Cristo. Viven en santidad y justicia, como el Señor Dios les ordenó, dándole gracias en todo momento.
Oh rey, no digo estas cosas por mí mismo; busca en los escritos de los cristianos y verás que no digo nada fuera de la verdad».
¡Hermoso testimonio! Esto interpela a todos los que dicen ser cristianos. ¿Y si buscamos en los evangelios qué es un cristiano y cómo reconocerlo? Sería una oportunidad para convertirse en uno de ellos, ¡pero uno de verdad!
Jeremías 21 – Lucas 22:24-46 – Salmo 95:6-11 – Proverbios 21:19-20