Como enfermera, me gustaba hablar de Jesús y de su amor a mis pacientes. Cierto día uno de ellos me dijo:
–Jesús no me quiere: soy demasiado malo, espero no morir todavía.
–Yo también lo espero. Pero si pones tu vida en orden con Dios, Jesús te llenará de su paz. ¿No conoces la historia del malhechor que fue crucificado junto al Señor Jesús?
En ese momento entró su mujer. Al ver a su marido incómodo, me dijo:
–No quiero que le hablen de religión, eso le molesta.
Tres días después el paciente murió. Más tarde conocí a su hijo, quien me dijo: A mi padre le hubiese gustado volver a verte, pero mi madre no quiso. Tuve que leerle varias veces la historia del criminal crucificado. Nunca se cansó de escucharla. El domingo por la mañana me dijo: «Hijo mío, ahora todo está en orden, estoy en paz. Jesús ha cargado con mis pecados. ¡Démosle gracias juntos! Entonces oró conmigo, y poco después se fue en paz».
Y usted, ¿ha leído la historia de los dos criminales que fueron crucificados junto a Jesús? Uno de ellos se burló de Jesús, pero el otro le dijo: “¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas este ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:40-43).
Números 13 – 1 Juan 2:18-29 – Salmo 78:21-31 – Proverbios 18:13