«El apóstol Pablo escribió esta frase mientras estaba en la cárcel, abandonado casi por todos sus amigos. Expresa brevemente su total confianza en Jesús. Pablo había conocido a Jesús en el camino a Damasco (Hechos 9), y eso había cambiado su vida. ¡Tenía una certeza!

Esto es lo que distingue a los verdaderos cristianos. Es cierto que no han visto a Jesús con sus propios ojos, como Pablo, pero lo han conocido por la fe. Están convencidos de que Jesús es el Hijo de Dios. ¡Esta es la fuerza de su amor y de su gozo!

Recuerdo bien el día en que pasé de»saber cosas de Jesús«a»conocer a Jesús«. Yo era un adolescente y sabía vagamente que Jesús había resucitado, pero no significaba nada más para mí. Luego conocí profesores y compañeros para los que, obviamente, esta verdad de la resurrección de Jesús era fundamental. Los observaba y notaba cómo esta relación particular con Cristo influía en su forma de vida. ¡Empecé a desear lo que ellos tenían!

Un día, cuando me preguntaba cómo podría descubrir el secreto de sus vidas, comprendí que si Jesús realmente había resucitado de entre los muertos, debía estar vivo. ¡Y si estaba vivo, yo podía conocerlo! Ese día hablé con él y le entregué mi vida. A partir de entonces, la presencia de Cristo y su persona se convirtieron en la mayor certeza de mi vida».