Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo?
En la iglesia de Corinto había muchos creyentes. Todos habían creído en Jesucristo como su Salvador y Señor. Sin embargo, algunos decían: “Yo soy de Pablo” (este les había anunciado el evangelio). Otros decían: “Yo soy de Apolos” (él les había explicado bien los textos bíblicos). Otros respondían: “Yo soy de Cefas”, es decir, Pedro (quien había conocido a Jesús en la tierra).
Estas tendencias en la Iglesia han originado su fragmentación y siguen siendo un gran peligro para su unidad. ¿Qué hacer en estas condiciones?
Velemos para que Jesús y su Palabra tengan el primer lugar en nuestros corazones. La división del pueblo cristiano es una anomalía, un mal testimonio de lo que es realmente la Iglesia según la Palabra, es decir, una en Cristo.
Si en una congregación cristiana la Biblia es el «denominador común», cada uno anhelará vivir lo que es bueno y verdadero según esta Palabra, y procurará rechazar lo falso, así como toda rivalidad o preferencia. Entonces Cristo tendrá el primer lugar. Estos cristianos reunidos vivirán efectivamente, con gozo y seriedad, lo que el Señor Jesús dijo: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20). Así se vive la Iglesia.
Lo que anima mi vida cristiana y mis relaciones con los demás en la Iglesia, ¿es el amor a Cristo y el Espíritu Santo? Este nos une en un solo cuerpo a Jesús, la cabeza de la Iglesia.
Levítico 13:1-28 – Romanos 8:28-39 – Salmo 66:8-15 – Proverbios 16:17-18