«Esto sucedió a principios del año 1964. Cursaba el último año de mis estudios de Matemáticas y Tecnología, en un internado. Me sentía cansado y desanimado, quizás un poco deprimido. En mi habitación, que albergaba alumnos de varias clases, había otro compañero cristiano de mi misma clase. Cada noche solíamos leer juntos el calendario la Buena Semilla y, en la Biblia, todo el capítulo del versículo citado.

Al acercarse el examen, notamos que sería imposible repasar toda la materia. ¿Debíamos, o no, dejar momentáneamente nuestra lectura bíblica?

Uno eligió la primera opción y el otro la segunda.

Los resultados llegaron: el que había preferido el alimento espiritual ocupó el primer lugar, éxito inusual, notado tanto por los profesores como por los alumnos. El otro obtuvo un resultado normal.

Cada uno analizó los resultados con su Señor. Uno reflexionó:»¿Tomé esa decisión realmente por Dios, o hubo un poco de pereza, incluso de pesimismo? «. El otro afirmó:»Inutilidad de mis esfuerzos, y quizá falta de fe«.

Queridos jóvenes, recuerden la enseñanza de los versículos del encabezamiento para ser guiados por la Palabra de Dios en todas las situaciones que se les presenten. Su fe, hecha de confianza y perseverancia, honra a Dios. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28)».