Al final de su vida, un anciano se hallaba en una cama de un hospital. Su nieto de diez años fue a visitarlo. Varios amigos del paciente estaban alrededor de la cama. El niño tenía una pregunta urgente que hacer a su abuelo:

–Por favor, me gustaría que todos salieran un momento.

Un poco sorprendidos por esta petición, todos abandonaron la sala. Entonces el niño, acercándose, dijo con la mayor seriedad:

–Abuelo, me dijeron que vas a morir. Desde que voy al club bíblico, conozco al Señor Jesús y sé que cuando muera iré al cielo, a su casa. Y tú, ¿conoces a Jesús como Salvador?

El abuelo guardó silencio durante un rato, y luego dijo:

–Ve a buscar a tu maestro del club bíblico.

Este cristiano tuvo el gozo de presentar el Evangelio al anciano poco antes de su muerte. Unos días después, antes de morir, dijo a su nieto:

–Nos encontraremos en el cielo; ¡ahora estoy seguro!

El Evangelio, la buena nueva de Dios para los hombres, siempre es el mismo y se dirige a todos: niños, jóvenes, mayores y ancianos. Afirma que hay un solo camino hacia Dios, un solo Salvador para todos: Jesucristo. Mediante su muerte abrió la puerta del cielo a todo pecador arrepentido. “El evangelio… es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:16-17).