Las oraciones consideradas en los tres días anteriores fueron respondidas en espacios de tiempo muy diferentes, desde unos pocos segundos hasta décadas. He aquí algunas conclusiones:
– Cuando oramos, Dios siempre nos da su respuesta en el momento preciso en que la necesitemos.
– Hay situaciones de emergencia en las que no tenemos la posibilidad de aislarnos para orar. ¡Es suficiente mirar a Dios con fe!
– Nuestras oraciones pueden tener el carácter de lucha, intercediendo por uno o varios creyentes, o por la Iglesia. A veces Satanás se opone fuertemente para evitar que recibamos la respuesta, pero Dios siempre tiene la última palabra. ¡Perseveremos y no abandonemos la lucha!
– Puede suceder que Dios ponga a prueba nuestra fe. La respuesta tarda tanto que nos parece que Dios se ha olvidado de nosotros. Pero no es así, pues nuestra paciencia y perseverancia lo glorifican. Como Abraham, sigamos creyendo, aunque parezca que ya no hay esperanza…
– Si estamos convencidos de que tal o cual oración está de acuerdo con la voluntad y las promesas de Dios, no nos desanimemos. Dios tiene la respuesta correcta, y en el momento oportuno recibiremos “lo prometido”.
Dios nunca nos hace esperar sin razón. Él adapta su respuesta a cada caso, con sabiduría y bondad, para nuestro bien y para su gloria.
Números 8 – 2 Timoteo 2 – Salmo 76 – Proverbios 18:4-5