Generalmente “temer” significa «tener miedo». Pero en la Biblia, temer a Dios es muy diferente a tener miedo. Es tener conciencia de Su grandeza y santidad divina. Esto nos lleva a estar atentos a lo que pensamos o hacemos ante Aquel que es nuestro Dios. Para el cristiano, el temor reverente a Dios es un concepto esencial de la vida. El deseo de agradarle es el punto de partida, el inicio del camino que lleva a una vida de feliz sumisión a su voluntad, motivada por la fe y el amor a Dios. En el libro de los Proverbios y en los Salmos, el temor del Señor y la sabiduría están unidos: “El temor del Señor es el principio de la sabiduría” (Proverbios 9:10).
El temor a Dios tiene consecuencias positivas, incluso en tiempos difíciles: “Por la fe Noé… con temor preparó el arca en que su casa se salvase” (Hebreos 11:7), como Dios le había dicho (Génesis 6:14). El resultado de este temor del Señor en Noé fue su salvación y la de su familia.
En medio de nuestras luchas y tristezas, obedezcamos primeramente a nuestro Dios, sin olvidar esta palabra divina: “Yo también sé que les irá bien a los que a Dios temen” (Eclesiastés 8:12).
El temor a Dios también es una fuente de felicidad, fuente de vida, que nos impulsa a buscar la presencia del Señor, y no a huir de ella. “En tu presencia hay plenitud de gozo” (Salmo 16:11).
Levítico 18 – Romanos 14 – Salmo 68:28-35 – Proverbios 16:31-32