Hace poco una cruz fue retirada de la plaza de un pueblo francés. En otro lugar, una cadena de supermercados retocó las fotos de algunos de sus embalajes para eliminar la cruz…
¿La cruz molesta?
En todo caso, nos interpela a todos. ¡Es el tema central del evangelio! El apóstol Pablo dijo a los creyentes de Corinto: “Me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado” (1 Corintios 2:2). Pero, ¿quién es Jesús para mí? ¿Un hombre que murió como mártir, al igual que tantos otros que sufrieron la crueldad de los hombres? ¿O es mi Salvador, el Hijo de Dios que murió por mis pecados y luego resucitó para que yo pudiera ser justificado ante Dios?
Es muy importante reflexionar sobre este tema. La cruz nos pone ante una decisión fundamental que orienta nuestra vida y determina nuestro futuro eterno. Jesús es el Hijo de Dios; se hizo hombre para dar su vida en sacrificio, para cargar con los pecados de todos nosotros. Pero solo los que creen en él reciben el perdón de sus pecados. Los demás serán juzgados y condenados por Dios.
El indiferente, el que piensa que esto no le concierne, será puesto en el rango de los que crucificaron a Jesús. No intente borrar de su memoria el recuerdo de la obra de la cruz, pues ¡Jesús también murió por usted!
Números 14:20-45 – 1 Juan 4 – Salmo 78:40-55 – Proverbios 18:16-17