Cuántas veces usted ha dicho o escuchado esta frase: ¡No tengo tiempo! No hay tiempo para pensar, para ayudar al amigo o vecino, para ponerse en contacto con Dios, para leer la Biblia solo o con otros cristianos, no hay tiempo para cuidar el alma…
¿Acaso las necesidades de su cuerpo, por ejemplo comer, vestirse o hacer ejercicio, acaparan su energía? ¿O su mente está tan cargada de cosas como la música, películas, estudios, diversiones, que no hay lugar para lo más importante? ¿Se ha dado cuenta de que el diablo trata de impedir que se detenga? ¿Ha pensado que un día, quiera o no, tendrá que tomarse el tiempo para morir? Entonces, ¿estará preparado para encontrarse con Dios?
¿Para qué vino Jesús, el Hijo de Dios, a la tierra? “Para deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:8).
Bartimeo el ciego estaba mendigando junto al camino (versículo de hoy) cuando escuchó una multitud que se acercaba. Al oír que era Jesús, comenzó a gritar con todas sus fuerzas: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”. Muchos trataron de silenciarlo, pero él gritó aún más fuerte. ¡Y Jesús se detuvo! No estaba demasiado ocupado, afanado, agotado, agobiado… En medio de su intenso trabajo, de las necesidades urgentes, de las multitudes que lo estrujaban, siempre estaba dispuesto para ayudar a cada persona… ¡Se ocupó de ese mendigo, y también puede ocuparse de usted hoy!
Pero usted, ¿tiene tiempo para él?
Jeremías 32:26-44 – 1 Corintios 8 – Salmo 102:16-22 – Proverbios 22:14