Jesús estaba a punto de dejar a sus discípulos para ir a la cruz y dar su vida por ellos. Luego, una vez resucitado, subiría al cielo para sentarse a la diestra del Padre. Pero antes de partir quiso preparar a sus discípulos y darles una provisión inagotable de recursos hasta el momento de su regreso. ¡Y esos recursos también son para nosotros!
En primer lugar nos muestra que nuestro futuro es la felicidad en la Casa del Padre. Volverá para llevarnos, porque tenernos con él es una exigencia de su corazón (Juan 17:24).
Luego nos recuerda nuestra relación con el Padre: somos hijos de Dios, lo que nos permite dirigirnos a él libremente, presentando nuestras peticiones en el nombre de Jesús.
Otro recurso que el Señor prometió a los suyos durante el tiempo de su ausencia es que una persona divina, enviada por él, se haría cargo de nuestros intereses en su lugar: el Espíritu Santo, que no solo estaría con nosotros, sino que estaría en nosotros. ¡Tener al Consolador mismo es más que recibir consuelos, pues es tener la seguridad de que siempre seremos consolados!
También tenemos en nuestras manos la Palabra de nuestro Dios, la Biblia. El Espíritu Santo nos guía en nuestras lecturas, nos revela las diversas glorias de la persona de Jesucristo.
Por último, el Señor también nos comunica su paz. “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27). Jesucristo venció este mundo donde nos dejó!
Éxodo 9 – Hechos 8:1-25 – Salmo 26:8-12 – Proverbios 10:17-18