Una mañana de otoño observaba cómo las nubes y la niebla cubrían el campo de una tristeza lúgubre. Repentinamente el viento se levantó y alejó las nubes, descubriendo el cielo azul: la luz del sol iluminó el paisaje. Entonces pensé que Dios quiere hacer lo mismo en nuestras vidas.
Si somos sinceros con nosotros mismos, admitiremos que nuestras faltas, nuestros errores, nuestras incoherencias producen una sensación de malestar y oscuridad en nuestras vidas. La Biblia nos dice claramente cuál es la consecuencia del pecado: “La paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). A causa de nuestros pecados, merecemos la muerte. Pero este versículo también afirma: “La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.
Dios ofrece la vida a los que merecen la muerte. En lugar de castigarnos, perdona nuestros pecados y nos da una vida nueva. ¿Cómo es posible? Dios dio a su Hijo unigénito, quien murió en la cruz para quitar nuestra culpa. La sangre de Jesucristo lava todos nuestros pecados, si creemos en él personalmente. ¡Vaya a Jesús ahora mismo! Háblele por medio de la oración, reconozca que necesita ser purificado, liberado, y acepte este regalo de la vida.
Entonces Dios quitará ese velo de tristeza que oscurece su corazón, barrerá sus pecados y llenará su vida con su luz y su amor para siempre.
“Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Corintios 4:6).
Nehemías 13 – Juan 12:27-50 – Salmo 119:57-64 – Proverbios 26:9-10