«¿Dónde está Dios, si en el mundo hay tanta maldad, tanta gente con hambre, sed, sin hogar, desplazada, si hay tantos refugiados? ¿Dónde está Dios, cuando mueren personas inocentes a causa de la violencia, el terrorismo, las guerras?».

La respuesta se halla en la Biblia: “Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra” (Eclesiastés 5:2). Por un lado, esto nos recuerda la grandeza de Dios, y por el otro, la pequeñez del hombre. A menudo queremos decirle a Dios lo que debe hacer, cuando nuestro deber es estar atentos a lo que él nos pide que hagamos. Dio la tierra al hombre (Salmo 115:16) y la confió a su cuidado. El desastroso estado de nuestro planeta demuestra el fracaso del ser humano.

Entonces, ¿por qué Dios no interviene y arregla las cosas? Hace 2000 años Dios intervino cuando envió a su Hijo Jesús para traer la gracia y la verdad. Lamentablemente el mundo crucificó al enviado divino. Dios deja entonces que las cosas sigan su curso antes que intervenga otra vez por medio del juicio sobre toda la tierra.

Pero el Dios soberano es un Dios de amor; él es paciente y propone a todos, sin excepción, escapar de este juicio. El Señor Jesucristo “se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo” (Gálatas 1:4).

Por la fe en Jesucristo, los creyentes están moralmente separados del mundo en el cual siguen viviendo. Pero Dios les da una nueva vida y la capacidad de resistir al mal, así como de hacer lo que Le agrada.