Nuestra sociedad es cada vez más materialista. ¡Para muchos, lo más importante es poseer! Porque a menudo el prestigio depende de la fortuna personal o de los ingresos, y el dinero es una referencia para compararse con los demás.

Pero esta escala de valores no es la de Dios. La Biblia nos muestra a un joven rico que interrogó a Jesús acerca de lo que debía hacer para obtener la vida eterna, y ante la respuesta de Jesús, se fue triste porque estaba muy apegado a sus bienes materiales. Prefirió quedarse con sus posesiones antes que seguir a Jesús (Mateo 19:21-22). La riqueza no es mala en sí misma, pero cuando el corazón se aferra a ella, nos impide ver lo que es realmente importante en la vida.

Lo importante no son las riquezas que poseemos, sino lo que tenemos en el corazón: paz, confianza, gozo. Una vida feliz no se limita a lo material, sino que halla su gozo en Dios, quien es amor.

Dios desea que conozcamos su amor, que encontremos nuestra paz y equilibrio junto a él en todas las circunstancias de la vida. Para ello debemos reconocer que lo necesitamos, y creer en su palabra, leyendo la Biblia. “Me regocijo en tu palabra como el que halla muchos despojos” (Salmo 119:162). Muchos pueden dar testimonio del amor divino y de sus efectos en su vida. Incluso cuando pasan por pruebas y angustias, poseen una felicidad de la que nada puede privarles. Aunque sean pobres materialmente, poseen las verdaderas riquezas, que son eternas (2 Corintios 4:18).