Se acerca el final del viaje… David acaba de hablar de un valle oscuro que atravesó en compañía del pastor; ahora menciona la presencia de enemigos. Pero lo hace más bien con acentos de triunfo. Los enemigos han sido silenciados, pues se trata de una comida a la que uno está invitado y es plenamente feliz.
David se dirige entonces al Señor como a un amigo que se preocupa por él: “Aderezas mesa delante de mí”. El Señor da el alimento adecuado a las necesidades de nuestra alma, de nuestro corazón. David añade: “En presencia de mis angustiadores”. Sentimos aún más Su bondad ante las dificultades: burlas, oposición, persecución… Nuestros enemigos son testigos del cuidado de Dios hacia nosotros, de manera que, llenos de confianza, decimos: “El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (Hebreos 13:6).
“Unges mi cabeza con aceite”. Solo los reyes y los sacerdotes del pueblo de Israel eran ungidos con aceite. El Señor mismo vierte este aceite, es decir, nos aparta para él y nos bendice de manera especial.
Así David pudo decir: “Mi copa está rebosando”; nada podía añadirse a su felicidad. Esta es una imagen del creyente, plenamente feliz en presencia de su Señor, rebosante de gratitud y alabanza. Esta felicidad es el preludio de lo que pronto experimentaremos en el cielo.
Esdras 4 – Juan 3:1-21 – Salmo 113 – Proverbios 24:28-29