La inseguridad actual hace que cada vez sea más necesario el uso de guardaespaldas para proteger a personajes famosos y públicos. Es lo que llamamos protección personal. Pero el peligro forma parte de la vida de todos, y en cualquier momento puede golpear tanto a los débiles como a los fuertes. ¿Con quién contar para estar protegido?
Para el cristiano, que también está expuesto a todo tipo de peligros, la protección más personal es la de Dios. Él no se adormece ni duerme (Salmo 121:3); su protección siempre está en acción, incluso si permite que el cristiano pase por pruebas. Dios nunca se cansa ni se distrae, y su fiel protección es válida contra todos los ataques físicos, pero también, y especialmente, contra los de Satanás, el enemigo de nuestras almas. Desde que el pecado entró en el mundo, Satanás ha sido un adversario que merodea “buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8). Cristianos, nos enfrentamos a un enemigo mucho más fuerte e inteligente que nosotros. Pero el Señor Jesús lo derrotó en la cruz, y siempre podemos refugiarnos en él. Dios extiende su escudo sobre los suyos, sobre todos los que confían en él. Establece un cerco de protección alrededor de cada uno de ellos, cerco que Satanás no puede romper (Job 1:9-10). Vivamos cerca de Jesús y no temamos los ataques del enemigo. Jesús mismo intercede por nosotros. Él le aseguró a su discípulo Pedro que lo defendería: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos” (Lucas 22:31-32).
Jueces 9:1-29 – Apocalipsis 10 – Salmo 143:7-12 – Proverbios 30:5-6