Jesús tenía doce discípulos. Entre ellos eligió a Pedro, Juan y su hermano Jacobo (Santiago) para presenciar varios hechos notables: la resurrección de una niña (Lucas 8:51), la transfiguración de Jesús (Lucas 9:28), y su intensa lucha espiritual poco antes de su crucifixión (Marcos 14:33). Estos discípulos aparecen nuevamente en el libro de los Hechos de los Apóstoles, donde dice que el rey Herodes “mató a espada a Jacobo, hermano de Juan” (Hechos 12:1-2). Jacobo murió muy pronto, como mártir, su testimonio como discípulo terminó ahí. Pero la continuación del capítulo 12 también habla del encarcelamiento de Pedro y de su liberación milagrosa (Hechos 12:5-11).
¿Por qué Santiago fue asesinado tan pronto, mientras Pedro fue liberado, y Juan vivió muchos años?
¿Por qué un joven cristiano muere repentinamente en un accidente, mientras otro vive hasta los noventa años? ¿Por qué un misionero pierde su vida en el campo de trabajo, mientras otros cristianos viven tranquilos? ¿Por qué… ? A veces estas preguntas nos acechan, pero Jesús nos da la respuesta. Cuando Pedro le preguntó por el futuro de Juan, Jesús respondió: “Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú” (Juan 21:22). “Si quiero…”. ¡Todo está contenido en estas tres palabras! ¡El amo decide soberanamente sobre su siervo!
Cuando ocurren algunas muertes dramáticas e inexplicables, la única respuesta tranquilizadora es: “Si quiero…”. ¡El Maestro sabe lo que hace, y nos ama! ¡Confiemos en él!
Jueces 4 – Apocalipsis 4 – Salmo 140:1-5 – Proverbios 29:19-20