Los brazos de Dios evocan su poder y su protección.
Su poder es mostrado mediante la fuerza que desplegó en la creación del mundo. Los científicos que tratan de descubrir los secretos de esta creación han comprendido que detrás de ella hay una fuerza fenomenal. Esta fuerza del Dios eterno sigue desplegándose en la conservación y el buen orden del universo. ¿Qué puede temer un hijo de Dios cuando sabe que este poder está a su disposición cada día? Está en los brazos de Dios; ¡no hay lugar más seguro!
¿Ha experimentado alguna vez una turbulencia en un avión? Todo está tranquilo, y de repente el avión entra en una zona de turbulencias. En un instante el avión pierde altura, y nos sentimos muy sacudidos… Imaginémonos entonces que bajo el avión se extienden los “brazos eternos” de Dios, dispuestos a acogernos, si es necesario. ¿No nos tranquiliza esto? Dios nos protege en todas las circunstancias. Sus brazos siempre están ahí para sostenernos, para levantarnos, para llevarnos.
El rey David pidió a Dios: “Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares, hasta que anuncie tu poder a la posteridad, y tu potencia a todos los que han de venir” (Salmo 71:18). Es bueno animarse mutuamente, de una generación a otra, a confiar en la protección de nuestro gran y poderoso Dios.
“El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con grande espanto, y con señales y con milagros” (Deuteronomio 26:8).
Jueces 5 – Apocalipsis 5 – Salmo 140:6-13 – Proverbios 29:21-22