En su vida como hombre en la tierra, Jesús confió en Dios su Padre. Dios rodeó a su Hijo con un especial cuidado, sobre todo cuando fue despreciado y odiado por los hombres:
– El rey Herodes quería matar al futuro rey de los judíos que acababa de nacer. Pero por medio de una estrella, Dios dirigió a los sabios para que rindieran homenajes reales al niño Jesús (Mateo 2:11).
– Un hombre religioso invitó a Jesús a cenar en su casa, pero no le ofreció agua para lavarse los pies, según la costumbre de la época. Pero Dios permitió que una mujer entrara y derramara perfume en sus pies, que los rociara con sus lágrimas y los enjugara con sus cabellos, en señal de adoración (Lucas 7:38).
– Judas elaboró su siniestro plan, los líderes religiosos conspiraron para deshacerse de Jesús. Pero Dios condujo a otra mujer, María de Betania, a ofrecer a Jesús lo más precioso que tenía: un perfume de gran precio, con el cual ungió sus pies. ¡Qué consuelo fue para él esta adoración silenciosa en su camino a la cruz! (Juan 12:3).
– Judas lo traicionó, Pedro lo negó, Jesús fue capturado, juzgado y crucificado. Ante la perspectiva de llevar nuestros pecados, fue invadido por una terrible angustia. Entonces Dios envió un ángel para fortalecerlo (Lucas 22:43).
– Jesús estaba en la cruz entre dos criminales. Y Dios indujo a Pilato a poner una inscripción que estableciera la dignidad real del crucificado (Juan 19:18-22).
– Los crucificados iban a ser enterrados en la fosa común, pero Dios envió a un hombre rico quien puso el cuerpo de Jesús en una tumba nueva (Juan 19:41).
Jueces 7 – Apocalipsis 8 – Salmo 142 – Proverbios 29:26-27