¿Ha notado cómo en los evangelios todo el mundo se maravilla ante Jesús? Los doctores de la ley se asombraron ante su inteligencia y sus respuestas cuando, a los doce años, los escuchaba y los interrogaba en el templo. También vemos la admiración de la multitud ante sus milagros y sus palabras, el miedo y el asombro de sus discípulos cuando hizo que el mar y el viento le obedecieran (Lucas 8:25). Incluso sus adversarios se maravillaron por su respuesta ante la trampa que le tendieron: “Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Marcos 12:17).
Este asombro puso a los que le escuchaban ante la pregunta de las preguntas: ¿Quién es Jesús? Algunos creyeron en él, como la mujer samaritana (Juan 4); otros prefirieron no creer y alejarse de él.
Esto sigue siendo cierto aún hoy. Cuando leemos la Biblia, ¡nos asombramos! Un Dios que quiere ser nuestro mejor amigo… un Dios que se hizo hombre y murió en una cruz para librarnos del mal y de la muerte… un Dios que nos saca de nosotros mismos, para librarnos de nuestra incredulidad… ¿No es maravilloso?
Pero, ¿cómo reaccionamos ante esta maravilla? ¿Nos encogemos de hombros, como muchas personas, y decimos que no es posible porque solo la Biblia lo atestigua? ¿Decimos que es demasiado bueno para ser verdad? O al contrario, ¿este asombro eleva nuestros corazones llenos de gratitud hacia Jesús, quien nos amó hasta dar su vida por usted y por mí?
¡La maravilla de la fe nos hace descubrir a Jesús y nos une a él!
Levítico 5 – Romanos 2 – Salmo 62:9-12 – Proverbios 16:1-2