Si buscamos en internet, con un par de clics podemos encontrar rápidamente la «biblia del fitness», «la biblia de la cocina», «la biblia de los viajes», «la biblia de los cócteles», «la biblia de los aceites esenciales», etc. Se usa esta palabra, exagerándola, para designar un libro muy bien documentado, muy completo, que es autoridad en su campo. Pero si sumamos todas las copias de estas obras, aún estamos infinitamente lejos del número de Biblias, con mayúscula, que se han impreso. Desde Gutenberg, en 1455, y la invención de la tipografía, el número de Biblias distribuidas en el mundo se estima en varios miles de millones.

De hecho, la Biblia está compuesta por 66 libros escritos por unos 40 autores diferentes, todos ellos inspirados directamente por Dios, a lo largo de unos 16 siglos. No es un libro de historia o de ciencia, no satisface nuestra curiosidad en todos los ámbitos, pero nos dice todo lo que necesitamos saber sobre Dios, sobre el hombre y su destino. Hace una descripción fiel de la naturaleza humana opuesta a Dios, y en contraste destaca el amor de Dios por su criatura. Su figura central es Jesucristo, el Hijo de Dios que vino a la tierra para dar su vida por la salvación del mundo.

Por muy interesantes que sean las obras antes mencionadas, todas quedan eclipsadas por el Libro que Dios nos ha dejado. ¡Si solo hubiera un libro para leer, sería la Biblia!