En nuestra época la publicidad invade todo: las calles, los negocios, las pantallas grandes o pequeñas… Y es difícil no ver todas estas propagandas más provocadoras unas que otras. Pero el cristiano debe estar vigilante: la Biblia nos pone en guardia contra esa codicia de los ojos que corre el riesgo de excitar nuestros sentidos de una manera malsana y de conducirnos al pecado (1 Juan 2:16; Santiago 1:15). Recordemos lo que el Señor Jesús decía enérgicamente a sus discípulos: “Si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno” (Marcos 9:47).
En tiempos remotos, Lot “alzó sus ojos, y vio toda la llanura del Jordán”. Así se alejó del camino de la fe y acabó viviendo en Sodoma, entre hombres “malos y pecadores contra el Señor”. Y si bien Lot fue salvado en el último momento del juicio de la ciudad, su mujer perdió la vida mirando hacia atrás, al lugar al cual su corazón estaba apegado (Génesis 13:10-13; 19:15-26).
En contraste, observemos el ejemplo de Moisés: “Tenía puesta la mirada en el galardón. Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible” (Hebreos 11:26-27). Tengamos en cuenta la invitación de la Palabra de Dios, pongamos “los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”, el único que la conduce hasta su cumplimiento (Hebreos 12:2).
Isaías 56-57 – Marcos 10:1-31 – Salmo 55:16-23 – Proverbios 15:7-8