Dos obreros estaban reparando la vía férrea. Cuando escucharon la muy conocida señal de alarma, inmediatamente se apartaron de la vía, pues un tren iba a pasar. Acostumbrados a esas frecuentes interrupciones, simplemente se desplazaron a la vía paralela. El tren anunciado era un convoy de carga y hacía un ruido tan ensordecedor que no escucharon la segunda señal de alarma, la cual anunciaba el paso de un tren de alta velocidad en el otro sentido. Como consecuencia, los dos hombres perdieron la vida.

En el ámbito moral, también corremos peligro en este mundo ruidoso. Con frecuencia estamos prestos a caminar en las vías que conducen a la muerte. ¿Usted cree que está seguro? Quizás haya reflexionado y cambiado de vía varias veces, para evitar caminos dudosos, escogiendo los menos peligrosos. Quizás usted resistió a una tentación, renunció con éxito a una mala costumbre, a tal o cual compañía, cosas que lo esclavizaban… Pero todavía se siente frágil e inseguro ante la seducción y el engaño del mundo donde vivimos.

En la Biblia, Dios nos ofrece un refugio seguro, una protección ante cualquier prueba, un lugar secreto desde el cual podemos ver todo como él lo ve, un camino que nos conduce con seguridad hasta el Padre. ¡Es la presencia de Jesús! Basta con abrirle nuestro corazón. Vendrá a vivir en nosotros; entonces comprenderemos el sentido de lo que un día dijo a sus discípulos: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).