El cristianismo no es una simple ocupación piadosa, ocasional, incluso si es vivido así por numerosas personas. Ser cristiano tampoco es conformarse con algunas ceremonias: el bautismo, la bendición del matrimonio, celebrar la Navidad o, incluso más solemne, la ceremonia fúnebre. Todo esto puede no ser más que apariencia, y como mucho, dar la impresión de tener una buena conciencia. Por eso muchos no quieren renunciar a ello. Pero la fe cristiana no es solo la convicción de que hay un Dios todopoderoso y justo.
El apóstol Pablo describe el verdadero cristianismo en cuatro palabras:
– que Jesucristo es aquel a quien Dios envió por mí,
– que su vida pura ilumina la mía y muestra lo que hago mal,
– que él no vino para condenarme, sino todo lo contrario, vino para llevar el castigo que yo merecía por mis pecados, y para darme la vida eterna, ¡pues me ama!
El cristiano genuino puede decir: “Jesús entró en mi vida de una manera muy real. Hizo de mí un hombre nuevo,”el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando“(Colosenses 3:10). Jesús vive en mí.
Él es el autor y la fuente de toda actividad cristiana; él le da su fuerza y su sentido. Mi relación con Cristo incluye toda mi vida y perdurará más allá de la muerte, eternamente”.
Nehemías 13 – Juan 12:27-50 – Salmo 119:57-64 – Proverbios 26:9-10