Todos tenemos días buenos y días malos en nuestras vidas. A veces estamos en la cima de la montaña y otras veces estamos en el fondo de un profundo valle. Pero ¿qué hacemos en tales circunstancias, cuando estamos desanimados o deprimidos? Creo que la Palabra de Dios es de gran ayuda para nosotros en estas oscuras tormentas de la vida. Dios nos ha dado muchas y preciosas promesas en las que apoyarnos cuando necesitamos esperanza y consuelo. Estas promesas nos ayudan a saber quién es Dios, y nos recuerdan que está a nuestro favor y que está con nosotros. Él quiere elevarnos y lo hace a través de su Palabra.
Cuando nos enfrentamos a dificultades, cuando el miedo o las dudas parecen abrumarnos, podemos acudir a Dios en oración, leer su Palabra y darnos cuenta de que él quiere ser la fuente de nuestra fortaleza. He aquí algunos pasos a seguir:
1. Debe convencerse que Dios es mucho más grande, más inteligente y que le ama más de lo que usted pueda imaginar. Dios nos ama y siempre cumple sus promesas. Lea, subraye y memorice las promesas que le hace. Comience con: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia… Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Pr. 3:5, 6).
2. ¡Resista a la tentación de obsesionarse con un problema, que es una forma común de idolatría! Es muy fácil preocuparse tanto por un problema que se piensa en él mientras se come, se bebe y se respira. Sería mejor hacer de ello un tema de oración, dirigiéndose a Dios, quien es el único capaz de resolverlo. “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 P. 5:7).
3. ¡Encuentre su gozo y su paz fijando sus ojos en el Señor! Ocúpese de él: quién es, qué ha hecho y qué hará por ti. Céntrese en su poder, sus recursos y su presencia, no en su problema.
4. ¡Hable con Dios frecuentemente! Lleve su problema a Dios y entrégueselo. Después de que lo haya hecho, ¡déjelo ahí! No vuelva a buscarlo, ¡Dios no lo resolverá hasta que se lo entregue por completo!