La enumeración de los diferentes elementos del fruto del Espíritu proporciona una base bíblica para el matrimonio. Ayer hablamos del amor.
Gozo y paz. Si el marido y la esposa experimentan el gozo del Señor (Neh. 8:10) y la paz de Cristo (Col. 3:15), entonces les resultará fácil tener una intimidad perfecta y sentirse cómodos el uno con el otro, física, emocional y espiritualmente. Ambos se sentirán cómodos en la presencia del otro, y serán libres de compartir sus pensamientos y sentimientos más íntimos sin temor a ser rechazados, despreciados, sermoneados o burlados.
Aconsejo a los matrimonios que pasen tiempo leyendo la Biblia y orando juntos; no solo que el marido ore y la mujer escuche, sino que ambos oren juntos. Mi esposa y yo hemos descubierto que haciendo esto, nuestra relación matrimonial ha mejorado mucho. Empezamos a encontrar mejores formas de resolver nuestros conflictos, y también a hacer más cosas para servir al Señor juntos. En resumen, nuestra vida en común se ha llenado de paz.
Paciencia. La paciencia es adaptarse pacientemente a las peculiaridades y hábitos del otro, sin intentar que se ajusten a la imagen que uno desea. Para esto es necesario orar por mi esposo o esposa, en lugar de tratar de enseñarle o predicarle.
Benignidad y bondad. Obviamente, estas son dos virtudes cotidianas imprescindibles, pues sin ellas el matrimonio no perdurará.
Fidelidad. Si caminamos por fe, entonces confiaremos en el Señor en todas las cosas y preocupaciones de nuestra vida diaria. Si sometemos todas nuestras decisiones al Señor, buscando conocer su perfecta voluntad, evitaremos discutir sobre lo que cada uno preferiría hacer, centrándonos en discernir lo que Dios quiere que hagamos. De esta forma, se pueden evitar muchos conflictos matrimoniales.