El Señor está cerca: Domingo 10 Diciembre
Domingo
10
Diciembre
Soy semejante al pelícano del desierto; soy como el búho de las soledades; velo, y soy como el pájaro solitario sobre el tejado.
Salmo 102:6-7
La soledad del Señor

Estas palabras se aplican al Señor Jesús durante el tiempo de su peregrinaje en el mundo. Llegó a ser como un “pelícano del desierto”. El pelícano es un ave acuática. Si está en el desierto, entonces está realmente lejos de su hábitat natural. Así se sentía el Señor Jesús, quien estaba acostumbrado a una preciosa y refrescante comunión con su Padre, pues para él este mundo era una tierra seca y sedienta. Ni siquiera sus discípulos pudieron darle el consuelo y el gozo al que estaba acostumbrado en el cielo.

De igual manera, se sintió como el “búho de las soledades” en su camino en la tierra, pues sintió la soledad más que cualquiera de nosotros. El “gorrión solitario sobre el tejado” (v. 7 VM) es otra ilustración de la soledad que experimentó el Señor Jesús, pero en un aspecto diferente. El búho estaba en lugares desolados, donde el Señor no podía esperar ninguna comunión; pero el gorrión es un ave completamente diferente, pues es sociable por naturaleza. A los gorriones les gusta estar acompañados, y la casa hace referencia a un lugar de compañerismo. Sin embargo, justo en el lugar que el gorrión esperaría estar acompañado, estaba solo.

De igual manera, el Señor Jesús deseaba la comunión de sus discípulos, pero en la víspera de su crucifixión, ellos se durmieron (Lc. 22:40-46). Además, en Lucas 9:18 se nos dice que “estando Jesús orando a solas, estaban con él los discípulos” (NBLA). ¿Estaba solo? Sí. ¿Estaban sus discípulos con él? Sí. Aunque exteriormente estaban presentes, los discípulos no podían entrar en sus pensamientos, ni comprender su oración. ¡Qué soledad!

L. M. Grant
Tu camino solitario por donde fuiste a la cruz,
De todos desconocido sea nuestro ¡oh Jesús!
En tu senda Tú esparciste gozo, paz y caridad,
Y tu corazón abriste para nuestra humanidad.

Henri Rossier