Hay tres razones por las que los discípulos fueron llevados a un lugar desierto. En primer lugar, el Señor se retiró al desierto a causa del martirio de su precursor, Juan el Bautista, presagio de su propio rechazo y crucifixión. Esto indicaba que la dispensación estaba a punto de cambiar, así que el Señor tomó un lugar fuera y apartado de la nación culpable. Esta razón dispensacional se enfatiza especialmente en Mateo 14:13.
En segundo lugar, el Señor tomó un lugar apartado en relación al servicio de sus discípulos. Naturalmente, esto ocupa un lugar destacado en el evangelio de Marcos, el cual presenta a Jesús como el Siervo perfecto. El servicio de los discípulos los había llevado al mundo y había generado un gran revuelo: “Eran muchos los que iban y venían” (v. 31). En tales circunstancias, el siervo necesita apartarse de la inquietud del mundo para estar con el Señor, y descansar un rato.
La tercera razón, de porqué fueron llevados a un lugar desierto, la hallamos en el Evangelio según Lucas, donde se nos dice que el Señor tomó a sus discípulos y los llevó aparte para instruirlos (Lc. 9:10, 18-27).
Hoy en día también necesitamos alejarnos del mundo para aprender que no somos del mundo, aun cuando seamos enviados a él para servir al Señor. Nuestras bendiciones son celestiales, no terrenales. Es por ello que necesitamos estar a solas con el Señor para huir del espíritu del mundo, con toda su inquieta actividad. También necesitamos estar en la intimidad de la presencia del Señor para aprender cuáles son sus pensamientos. Sin embargo, “muchos los vieron ir… y se juntaron a él”. Parecía entonces que los discípulos se verían finalmente privados de su descanso. Pero el Señor, en su tierno cuidado por los suyos, salió de su descanso para encontrarse con la multitud y comenzó a enseñarles él mismo. Pudo haber descanso para sus discípulos, pero no hubo descanso para él.