¿Qué es el discipulado? Es un tema amplio y desafiante. Cuando deseamos seguir al Señor y ser sus discípulos, como vemos en Lucas 5, nos impresiona la grandeza de Aquel que nos llama. ¿Qué respuesta le damos a Cristo? Leví (también llamado Mateo) respondió de la forma correcta: “Se levantó y le siguió”. Es una expresión muy sencilla, pero ¡qué cambio en su vida! En lugar de dejarse guiar por sus propios deseos, la codicia y Satanás, ahora seguía al Señor Jesús. Pone su casa a su disposición, invitando a tanta gente como le es posible. Así sirve a su nuevo Maestro, que aprovecha esta oportunidad para la gloria de Dios, para el estímulo de Leví, así como para la salvación de los pecadores; y también instruye a sus otros discípulos.
La palabra discípulo se menciona unas 270 veces en el Nuevo Testamento y en diversas formas; por lo cual es un tema muy amplio. Un ateo dijo una vez que solo hay dos categorías de personas que valen la pena en este mundo: los verdaderos cristianos y los verdaderos comunistas. Pero qué diferencia entre ambos: ¡representan dos mundos diferentes, dos amos diferentes! Un cristiano representa a su Salvador, así como al mundo de resurrección. Reconoce al Señor Jesús como su Cabeza. El mundo y sus diversas ideologías representan a Satanás y su reino. Sin embargo, Dios nos ha sacado del reino de las tinieblas y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor. El Padre nos ha dado una maravillosa porción, la mejor parte, en relación con el Hijo de su amor. Esto nos desafía a representar este reino en nuestra vida diaria, como verdaderos embajadores y súbditos del Rey, nuestro Señor.
El Señor da dos condiciones para el discipulado en Mateo 10: el discípulo debe ser como su maestro, y como su señor, ya que también es un siervo (v. 25). Un discípulo está a los pies del Maestro para aprender de él, para poner en práctica sus enseñanzas, y seguir a Cristo, representándolo en su conducta y en sus palabras.