Era imposible que Jehová los acompañase en el camino de la voluntad propia y la rebelión, y era seguro que Israel, sin la presencia de Dios, no podía medirse con los amorreos. Si Dios es por nosotros y con nosotros, venceremos siempre. Pero no podremos contar con Dios si no andamos por la senda de la obediencia. Es simplemente el colmo de la locura pensar que Dios pueda estar con nosotros si nuestros caminos no son rectos. “Torre fuerte es el nombre de Jehová; a él correrá el justo, y será levantado” (Pr. 18:10). Pero si nosotros no andamos conforme a una justicia práctica, entonces será una presunción decir que el Señor es nuestra torre fuerte.
Bendito sea su Nombre, él puede encontrarse con nosotros en lo más profundo de nuestra debilidad y nuestros fracasos, siempre que haya una confesión franca y sincera de nuestro verdadero estado. Pero asumir que el Señor está con nosotros mientras hacemos nuestra voluntad y andamos en evidente injusticia, no es otra cosa que maldad y dureza de corazón. “Confía en Jehová y haz el bien” (Sal. 37:3). Tal es el orden divino, pero hablar de confiar en Dios mientras se hace lo malo, eso es convertir la gracia de nuestro Dios en libertinaje y ponernos en manos del diablo, quien solo busca nuestra ruina moral. “Los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él” (2 Cr. 16:9).
Cuando tenemos buena conciencia podemos levantar la cabeza y avanzar a través de toda clase de dificultades; pero intentar andar por la senda de la fe con mala conciencia, es lo más peligroso del mundo. Solo podemos mantener en alto el escudo de la fe si nuestros lomos están ceñidos de verdad y el pecho cubierto con la cota de justicia.