La historia del pollino que fue desatado y se convirtió en el medio de transporte personal del Señor es un incentivo para que hoy permitamos que Cristo tenga derechos legítimos sobre nosotros durante el tiempo de su rechazo. Jesús se sentó sobre un pollino en el que nunca nadie se había sentado (v. 2), y el pollino se sometió a él y lo llevó; del mismo modo, nosotros estamos llamados a llevarlo y dar testimonio de él. Encontramos un pensamiento similar en el Antiguo Testamento, en los sacerdotes que llevaban el arca del testimonio sobre sus hombros.
En la época de la gracia, Cristo sigue siendo rechazado, aunque ya posee toda potestad en el cielo y en la tierra (Mt. 28:18; 1 P. 3:22). Sin embargo, no impone estos derechos universalmente en la actualidad, pero llegará el momento en que toda rodilla estará obligada a doblarse delante de él (Fil. 2:10-11). Hoy, él desea que nuestro amor responda al suyo -como sucedió en la casa de Betania, cuando María ungió su cabeza y sus pies (Mr. 14:3).
Tal fue la actitud de Saulo de Tarso después de ver -al igual que Bartimeo- que Jesús es realmente el Mesías rechazado. A partir de ese momento lo siguió en el camino (Fil. 3), dándole su debido lugar, dando testimonio de él ante judíos y gentiles. Este es el tema del libro de los Hechos: Cristo, el Mesías rechazado pero glorificado, testificado por los suyos (“llevado” sobre los suyos). Hoy este reto es puesto ante nosotros. ¡Seamos instrumentos útiles para el uso del Maestro! Llegará el momento, según el Salmo 118, en que Israel como nación dirá: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”. Como nación lo han rechazado hasta ahora, pero entonces lo confesarán como su Salvador y Mesías. Mientras tanto hay un remanente, ilustrado en el pollino desatado, de creyentes tomados de entre judíos y gentiles, que ya lo reconocen como tal.