–Ustedes, los creyentes, hablan de la vida eterna; sin embargo, como todo el mundo, no podrán escapar de la muerte.
–Sí, nuestro cuerpo, como el de todo ser humano, vuelve al polvo, pero el alma de cada uno es inmortal. Y usted, ¿qué cree que le ocurrirá en el más allá?
–¿Hay un más allá?
–La Biblia, la Palabra de Dios nuestro Creador, nos dice que el espíritu de todo ser humano vuelve a Dios, quien lo dio (Eclesiastés 12:7).
–¿A Dios? ¡Eso sí me causa un problema!
–¡Creyentes o no, un día debemos encontrarnos con Dios!
La Biblia llama “muertos” a los incrédulos, porque, aunque estén vivos en la tierra, no tienen ninguna relación vital con Dios a través de Jesucristo. Después de la muerte de sus cuerpos, sus almas conocerán un juicio eterno; entonces “sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2 Tesalonicenses 1:9). No debemos confundir la vida eterna del creyente con la inmortalidad del alma de todo ser humano.
¡Es vital solucionar este problema hoy mismo! Jesús perdona los pecados y da la vida eterna al que se arrepiente y cree mientras aún vive en la tierra.
Jueces 14 – Apocalipsis 16 – Salmo 146:1-7 – Proverbios 30:18-20